Regáleme su sonrisa
Ella escondía chocolates en su ropero. Guardaba bolsas con caramelos al por mayor. Coleccionaba ropa y conjuntos de vestir en su guardarropa. Se sentaba en la silla blanca junto a su cuarto. Se ventilaba con un periódico o con un polo. Veía la novela de moda y se reía de sus propias ocurrencias.
Ella me decía panero, malgeniado y pelado. Siempre me daba propinas. Ella desayunaba con un tío todos los días. Almorzaba con otro tío por las tardes. Cenaba con mi abuelo todas las noches. Ella abrazaba a los nietos y jugaba con los bisnietos. Adoraba a Leandro y a su madre, la pelada. Ella tenía un Toyota Corolla rojo que usaba en los viajes a La Huaca.
Ella comenzó a quererme desde siempre. Ella cocinaba de maravilla. Tomaba cerveza y decía salud siempre mirando a los ojos. Tenía en la sala de su casa las fotos de algunos nietos. Guardaba diplomas y recortes periodísticos de otros. Prendía una vela diaria a la imagen de sus hermanas y de sus padres. Planchaba algunas veces y lavaba de rato en rato. Ella llamaba por teléfono a mi casa y casi siempre confundía mi voz. Ella decía siempre que mi mamá nunca estaba en casa.
Me llamaba para mis cumpleaños cuando no podíamos vernos. Me guardaba el regalito siempre. Ella miraba el noticiero de América. Veía las películas del domingo por la tarde en Frecuencia Latina. Ella tenía un perro llamado Dinky. Ella peleaba con el abuelo. Lo volvía loco. Lo amaba con el alma.
Ella celebró sus 50 años de casada. Me vestí de gala y falté dos días al colegio para estar con ella. También preparó varias fiestas sorpresa. Yo le tomaba fotos y pocas veces sonreía. Me decía que eso no le gustaba. Ella bailaba valses de maravilla. Me miraba a los ojos y sonreía cuando yo bailaba con ella. Fueran pocas veces, pero fueron muchas.
Ella cumplió 80 y falté una semana a la universidad. Ella bailó como nunca. Se puso un sombrero de mariachis y fue una reina. Festejó tres días y nos hizo felices a todos. Ella recibió miles de abrazos. Bailó y fue feliz.
Ella ahora está con sus hermanas y con sus padres. Le he dicho que salude a mi tía Lola, que le diga que aún guardo la cadena de plata que me regaló hace 15 años. Que no la he empeñado. Le he dicho que le diga a mi tía Martha que extraño los desayunos con leche de vaca y tostadas. Ella no me ha dicho nada, pero su silencio me conforma. Le he vuelto a decir que su casa huele a ella. Que en su pueblo todos la despidieron. Que sentirán su ausencia. Ella me ha dicho que nunca deje de visitar su tierra. Que eso sí le dolería. Le dije que no se preocupe por eso.
Ella caminaba sobre los hombros de mis tíos el último jueves. Se despedía de su tierra. Respiraba el algarrobo viejo. Le dije que me sentiré incompleto. Que es ahora cuando tengo ganas de decirle muchas cosas. Me dijo que sea fuerte y que cuide a mi madre. Le he dicho que me proteja desde allá. Me ha dicho que soy un cojudo, que ella no está allá. Me dijo que ella está aquí. Bien cerca de mí.
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