viernes, 7 de diciembre de 2007

Hay sitio para todos

(Cómo decir lo siento de la forma más fácil.)

A veces me despierto con un miedo terrible. Miedo a no se qué. Injustificado, quizá, porque nunca he sido, digamos, una persona emocionalmente estable. Eso no es ninguna novedad, aunque no lo parezca.Es el miedo al futuro. Cuando pasada la medianoche me es imposible conciliar el sueño y la masa encefálica se ensaña con pensamientos apocalípticos, del tipo ¿qué pasará de acá a diez años? ¿A dónde me veo a los 40? ¿Llegaré a ser todo aquello que alguna vez soñé tras abundante derroche de imaginarios? Me remuevo entre las sábanas y siento la náusea en la boca del estómago, como la de las mujeres embarazadas.

Hace algunas semanas mi madre se molestó conmigo porque desprecié sin miramientos un platillo que había preparado especialmente para que no me muriera de hambre. No estaba dispuesto a comerme el plato con pedazos de repollo (detesto el repollo) que habían hecho en el almuerzo de la casa. "No sé cómo te aguantan", me dijo a continuación. Nunca me puse a pensar sobre el asunto, o tal vez lo veía desde otra perspectiva.



Mi madre, sí, esa mujer me quiere. Me quiere de verdad. Querer a veces significa también aguantar. Creo que ella me aguanta demasiadas cosas que, incluso yo, no estoy dispuesto a tolerar. Pero es mi madre. Y me molesto y la cago por molestarme. Aún así ella tiene la dicha de comerme con esa mirada infinita de cielo. Me mira y se me acaba el mundo. Todo explota. Tan sólo musita un tímido "No me odies". No lo hace. Ni siquiera se le pasa la idea por la cabeza. Definitivamente, esa mujer, si no hubiera sido mi madre, se hubiera largado sin pensárselo dos veces.

”Tener los pies puestos sobre la tierra”. Una de las dos personas que me vio llorar alguna vez cerró su itinerario de consejos y reflexiones con esa manoseada frasecilla. Seguiré siendo el tipo que va lento. Aunque a veces desespere. Déjenme observar a todos en silencio. Ser desconfiado con los conocidos. Nunca con los amigos. Déjenme joder por todo, hasta por la mosca que no he podido matar mientras escribo estas líneas. Y,sobre todo, déjenme desfogar la bronca escribiendo. No seré el único que deberá ser crucificado por escribir con varias tazas de café a medianoche.

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